“La Sagrada Familia de Jesús, María y José
como modelo de una buena familia”.
Jueves 29 de Mayo 2014
casa 7:30 p.m.
Una Buena familia se basa en el amor, aquel
amor que sobre todo puede sobreponerse ante cualquier circunstancia adversa. La
adversidad estuvo envuelta en la Sagrada familia, ya que desde el nacimiento
del niño Jesús estaba predestinado que sufriría mucho. Primero la persecución
de Herodes que quiso matarlo ante la inminencia de saberse derrotado en su
reino. El reino de Dios ha venido a proclamar la buena nueva, esa que arranca
desde el momento de la concepción hasta la muerte y resurrección de Cristo que
vino a darnos la plenitud del alma con la derrota del maligno.
María pues, fiel servidora de Dios se esposa
con José sabiendo que en su seno virginal se gesta un niño. Pero ese niño era
la señal para el Mundo. Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y es
el elegido de Dios, como su unigénito, que viene a hacerse carne en María. María
dócil a Dios ha aceptado la concepción del varón que habría de traer la
salvación al Mundo. Este pequeño es recibido con amor por José que acepta
esposarse con María sabiendo que durante su matrimonio deben permanecer castos
y vírgenes. Al reconocer al hijo del hombre, Dios ha puesto en su hijo la señal
para el Mundo que ha traído luz.
La ambición de muchos hombres de esa época
pusieron en riesgo la vida del niño, porque a su nacimiento era asediado para
matarlo. Ya María y José habían aceptado el don de Dios de traer al Mundo a un
niño, el elegido, el unigénito de Dios altísimo que había sido escogido para
derrotar al enemigo del Mundo, Satanás. María y José, en su pobreza quisieron
acariciar la benevolencia de Dios con gratitud y alabarlo por su gesto amoroso
de haberlos elegido como la pareja ideal para ser la familia de Jesús.
Jesús es puesto a prueba en varias
circunstancias de su vida. El peligro inminente al que era expuesto no
concordaba con un ser elegido. Cómo el
hijo de Dios era asediado para matarlo? Su Madre y su Padre permanecieron
siempre vigilantes y a la escucha de Dios que les instruía cómo debían vivir.
La pobreza se hizo su misión favorecedora que ayudó a que la familia
permaneciera unida en el amor, la sumisión y el arrojo con el que encaraban la
vida. La espiritualidad profunda que había en la familia manifestaba siempre
una perfecta comunión con Dios, el creador. Pero si bien recordemos que el
unigénito era parte ya de la misma deidad, existente desde antes de la
encarnación que se hizo hombre para dar testimonio del amor de un Padre, que está dispuesto a sacrificar lo más
preciado, por dar al Mundo la alegría de reencontrarse con sus hijos perdidos,
pródigos, que eran arrancados de la gracia por la desobediencia. Es ahora cómo
se junta la familia y a base de esfuerzo van dejando sustento de que las
limitaciones no existen cuando el amor es grande, se enaltece la lucha y se
tiene por bien asegurada la vida con las buenas obras. La caridad, el amor, la
lucha por un Mundo mejor, el sacrificio y la honestidad con que se condujeron
en su vida los hizo partícipes de la alegría más grande de darle al Mundo la
felicidad de un augurio que redituara la salvedad. Esta salvedad se vio
engrandecida por el sacrificio que hicieron como familia humana que basa sus
lazos de amor en la justicia, la equidad y la pureza de un corazón sano,
incorruptible que no pudo ser desprovisto nunca de la gracia. Esta gracia que
acompañó siempre a María, su pureza virginal y la unión casta con su amado
esposo le dieron el triunfo a un hijo que nunca fue desprovisto de su potestad
en ningún momento cuando triunfó sobre la muerte. Dando sentido a la gracia que
constituyó la batalla final sobre el demonio.
El demonio no puede romper el vínculo de amor,
cuando éste se encuentra puro, dócil a Dios. La pureza virginal de los tres,
Jesús, María y José lograron derrotar al pecado que fue puesto a prueba durante
diferentes circunstancias. Cuando se une la humildad y la pureza el vínculo que
se crea alrededor de esa familia no se puede derrotar. La unión se fortalece
con la Comunión con Dios y se disipa solo si se rompe el vínculo que lo
fortalece y que se llama fidelidad.
Por eso mismo, en las tribulaciones y en la
vida el amor rompe toda barrera contra el odio. Se hace el lazo más fuerte y la
posibilidad de destruirlo es nula. Hoy sabemos que como modelos de vida en la
familia el vínculo que fortaleció esta unión entre Jesús, María y José fue la
libertad del alma que fue sometida a la voluntad del Padre y en su misión
purificadora derrotaron la adversidad con el esfuerzo de una vida noble, justa
y llena de gracia. La fortaleza con que se vieron en la vida les dio la
garantía de verse inmersos en la voluntad del Padre que dispuso así la batalla
para derrotar al mal.
Cuando la familia permanece unida en el amor
la barrera del mal se rompe por completo y se triunfa por sobre todo. El dolor
y el sufrimiento se hacen pasajeros cuando la vida te retribuye el amor del
Padre que te invita a permanecer en armonía. La paz que albergaban los tres,
Jesús, María y José derrotaba todo motivo de tribulación que fuera previsto por
su enemigo que deseaba derrotar la vida y destruirla.
Hoy es motivo de alegría poder considerar que
la familia es el vínculo del amor del Padre hacia sus hijos. La creación fue
formada para amar. La libertad se le dio al hombre para conocerse a sí mismo y
tener voluntad sobre las cosas que se le dieron. Pero la vida le dejó la unión
de un amor grande, que es transmitir la nobleza de un Padre que por amor dio a
su hijo al Mundo para salvarlo.
Hoy María y José son reconocidos por la
Iglesia cómo símbolo del amor, que lucha a través de la adversidad por cumplir
su obra misional y terrena. Donde el amor hacia los hijos se demuestra con
constancia, afabilidad, demostración de gestos nobles y una educación que
enriquezca su vida con el ejemplo. Donde el triunfo de sus corazones se deba a
la constancia en permanecer unidos a Dios cumpliendo con la virtud de amarlo
por encima de todo. Quien tiene amor enaltece la obra de la creación que fue
hecha para vivir felices, en armonía y con la ayuda divina.
La espiritualidad se manifestó en ellos y
nunca pudo ser derrotada de manera que podemos asegurar que la pureza virginal
de María y su Inmaculada Concepción rompen la barrera contra el mal, el enemigo
perverso de la humanidad, que quiso acabar con ella y no pudo por ser perfecta,
llena de virtudes y una gracia que generaba siempre una comunión con Dios que
no pudo nunca ser derrotada.
La naturaleza del hombre hoy en día ha perdido
la virtud de amar. Volvamos al amor que acaricia al Padre. Ese que vino a traer
la dicha de reconocerse como sus hijos a través de la perpetua obra manifiesta
del sacrificio salvífico que hizo que su Hijo derrotara la muerte que trae el
pecado. Cuando la muerte es derrotada, la alegría de vivir es esa, la esperanza
de permanecer unidos, en plenitud, con constancia y sujetos a la voluntad
divina que ayuda a mejorar la vida y a ser merecedores de esa unión que
fortalece la comunión y nos entrega la herencia paterna de la vida nueva y
eterna.
Vivamos en la alegría de recibir la herencia
que nos trajo el triunfo sobre la muerte. Hagamos de nuestra vida un símbolo de
comunión con Cristo y su Madre amorosa que nos ayudan a fortalecer la armonía y
a vivir de acuerdo a la voluntad divina. La palabra es enriquecedora y la
comunión con Dios permite que la vida se llene de gracia. La gracia se necesita
para vivir de acuerdo a la fe que nos enseña que sin Dios no somos nada y que
cuando en nuestro corazón vive es porque el amor habita. Dejémonos amar por él
y permitamos que el ejemplo de la Sagrada familia nos ayude a luchar en esta
vida difícil, donde extraviarse es fácil si no reconocemos que para vivir
necesitamos estar unidos a él.
Amén
Laura Salazar, en unción con el Espíritu Santo